miércoles, 19 de agosto de 2009

Assassin


Una almohada sobre mi rostro y una mano anónima que no deja de presionarla.
No puedo verla… pero se que la otra mano sostiene el arma.
Lo sé... El disparo nunca llega y la asfixia tampoco.
Acaso la única certeza, la de que el arma, inmóvil, apunta mi cabeza.
El asesino tiene una voz reconocida.
Me habla con tanta tranquilidad que el terror es aún mayor.
Casi con dulzura, casi con piedad.
No presto atención a sus palabras.
El tono con que me habla es un redoblante previo a la ejecución.
Desespero, siento sus piernas sujetar las mías.
Es más fuerte, no me rindo, descanso, insisto, no logro soltarme.
Como en los sueños, cuando corro y no me muevo.
No puedo gritar y el llanto se ahoga en mi garganta.
Se hunde lento, dentro de mí, el grito que me salvaría…

Mis músculos terminan por rendirse.
No encuentro salida.
La voz de mi asesino insiste en su discurso.
Lento, apacible, sosegado.
Me niego a escucharlo, no quiero darle el gusto.
Si lo escucho el lo sabría y luego...
Renuevo el intento de liberarme.
Es inútil, ya es demasiado para lo que queda de mis fuerzas.
Mi mente se agita, colapsa…

Despierto del desmayo sin idea cierta de su duración.
No puedo abrir los ojos, no puedo gritar.
Lo mismo.
Sigue hablándome.
Pienso que no sabe de mi despertar.
Pienso.
Esperar a que se canse, sacudirme frenético.
Por primera vez escucho.
Me llama por mi nombre, me dice que lo deje hacer.
Reconozco esa voz.
Me pide calma y al mismo tiempo lo escucho suspirar.
Suena como si estuviese angustiado.
Ahora recuerdo esa voz!
Me dice que soy yo quien lo envía.
Es mi voz cuando no sale de mi garganta.
Como si la escuchara grabada…


LPM

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