sábado, 21 de noviembre de 2009


Miro hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, desde un presente en constante agonía, en esta tarde de exquisita soledad de último piso, de oídos llenos de viento y colores que no puedo explicar. He vivido mucho ya y pretendo seguir viviendo. No sé cuanto me queda por vivir pero si algo tengo en claro, es cómo quiero vivirlos. He hablado mucho, con muchos, acerca del tiempo y sus lecciones, del peso de la verdad, de las humanas percepciones acerca de ambos… Esta matriz de relaciones cambiantes entre el tiempo, la verdad y nuestras necesidades que tan a menudo nos dejan completamente insatisfechos. Verdades que, ahora que las he hecho mías, hubiera deseado decantarlas mucho antes. No merece la pena el análisis ni la búsqueda de un porqué, solo es necesario advertir la necesidad de no desperdiciar, aun más, este recurso no renovable y por lo tanto el más valioso de todos… El tiempo.
¡Ya no tengo tiempo para tantas cosas!
Ya no tengo tiempo para lidiar con la mediocridad, la vulgaridad o la mezquindad, No quiero estar en reuniones donde egos inflados parecieran suplicar por un perspicaz interlocutor, maestro en esgrimir contundentes ironías, que los haga reventar mientras solo unos pocos escuchan el estruendo y como siempre el ególatra ni se entera. Ya no puedo concederme el lujo de tolerar insensatas personas que, a pesar de su edad cronológica, siguen infantes en más de un sentido. Ya no puedo permitirme soportar a los inconsecuentes, a los ventajeros y mucho menos a los manipuladores. Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros. Detesto ser testigo, de los efectos que genera la lucha feroz por los inciertos, por lo que en verdad se desconoce, o sencillamente no es importante. Aquellos que de todo saben y a nadie convencen. Mi tiempo es escaso para las discusiones donde la verdad es lo último a conseguir. Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos y mi tiempo es escaso como para discutir títulos. ¡Mi alma tiene prisa de esencias! Porque lo esencial es lo que hace que esta vida valga al menos la pena. Quiero que mi tiempo discurra de otra forma. Quiero estar entre aquellos que ríen de sus errores y los comparten. Entre los que con honradez buscan la verdad. Aquellos que no temen estar equivocados, que exponen sus verdades a las del otro en busca de una superior. Quiero compartir mi tiempo con los agradecidos y los que generosos comparten su experiencia. Con los que no huyen de la adversidad sino que la arremeten. Con los que piden ayuda cuando ya han dado todo y con los que siempre están dispuestos a ayudar. Con los que se esfuerzan por mejorar pensando en estar listos para cuando necesiten de ellos. Con los que a fuerza de golpes aprendieron a ser sensibles. Con los que no conciben el rencor. Quiero rodearme de gente de la que pueda aprender. Sí. Tengo prisa por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar. Pretendo no desperdiciar más mi tiempo. Mi meta es llegar al fin satisfecho de mi esencia y en paz con mi conciencia…

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